"Vivir es encontrar por sí mismo lo que es verdad, y usted puede hacerlo sólo cuando hay libertad, cuando hay una continua revolución dentro de usted mismo... Sólo cuando usted está constantemente preguntando, constantemente observando aprendiendo es que se encuentra la verdad, Dios o el amor; y usted no puede preguntarse, observar, aprender; no puede estar profundamente atento, si tiene miedo. Así es que la función de la educación, ciertamente es erradicar interior y exteriormente ese miedo que destruye el pensamiento humano, la relación humana y el amor."
29 de marzo de 2020
27 de marzo de 2020
El miedo
No podremos ser libres en tanto el Miedo anide en nuestro ser. El miedo puede llegar a ser muy poderoso porque es instintivo: brota de nuestro afán de supervivencia y abarca mente, cuerpo y espíritu. Es preciso desterrarlo para que no se convierta en una rémora que impida o estorbe a nuestro Camino.
El miedo suele sumir a nuestro Yo Interno en una noche oscura. Puede llegar a ser paralizante e impedirnos el movimiento. Así no podremos recorrer el Camino y por ello es preciso no sólo evitarlo, sino deshacernos definitivamente de él.
El miedo es instintivo, pero la sensación del miedo se nos enseña a sentir desde niños. El miedo es el primer condicionante impuesto y aprendido, para acceder al mundo de los adultos. El adulto siente miedo, vive con miedo. El niño no: es ajeno a ésta sensación negativa. Sólo en caso de un peligro inminente, real y próximo, el niño siente miedo. Al niño se le enseña a sentir temor a Dios. Y me pregunto: ¿cómo podemos sentir miedo del Amor Absoluto? Es la máxima contradicción en la que han caído las religiones: si Dios nos ama, luego entonces no podemos sentir miedo de Él.
La condicionante que se nos inculca es la dualidad recompensa-castigo. El deseo de ser recompensados y el miedo al castigo. Sin ser conscientes de lo que ello implica, nuestros padres nos condicionan dos aspectos negativos: el temor a la reprensión, a ser castigados, y el deseo de obtener algo a cambio si cumplimos las expectativas. A partir de ese momento, ésta dualidad nos acompañará en todas las decisiones de nuestra vida. El deseo y el miedo nos esclavizan hasta que nos liberamos de ellos.
En ello se basan las religiones institucionalizadas para ejercer el control sobre los hombres: el Paraíso y el Infierno. Sólo los oficiantes religiosos son tan astutos para amenazarnos con el miedo de perder nuestra alma, algo tan imposible como irracional. Porque nos pueden amenazar con desprendernos de los bienes materiales y en ello se sustentan nuestros miedos. El miedo se basa en lo material porque el espíritu y la mente nadie nos los puede arrebatar, salvo el Uno. Lo material puede perderse o ser arrebatado. El miedo descansa entonces en el apego material.
El miedo es una motivación negativa en la que subyacen muchos de nuestros actos. El miedo nos frena y nos condiciona. Por ello, el miedo ha sido largamente aprovechado para que algunos hombres logren ejercer el control y el dominio político o social. Amenaza y miedo son palabras que se complementan. Ambos términos son uno solo.
Los dioses y las religiones nacieron del miedo. Se nutrieron de éste principio. Aunque se han revestido con el ropaje del misterio, del ritual, de la fe, todos ellos no son sino vestimentas del miedo. El hombre en sus albores, era incapaz racionalmente de explicarse los fenómenos naturales del planeta, de su universo. Entonces nació el miedo y con él, las religiones.
Los temores han explotado al hombre porque el hombre ha explotado sus temores para su propio provecho. Muchos de los miedos han sido fabricados por la desbordada imaginación del hombre. Conceptos tales como los fantasmas, las brujas, los monstruos, son irreales: carecen de sustento tangible y han derivado en o bras literarias fantásticas o al menos, en representaciones simbólicas. Aun así, hay quien cree en ellos.
Muchas definiciones coinciden en que el miedo es una emoción desagradable, pero necesaria para la supervivencia. Si bien es cierto que en su aspecto pasivo el miedo ha librado al ser humano de la extinción, no deja de ser cierto que con frecuencia se le confunde con la Prudencia, indispensable para que el Caminante no caiga en las trampas del Camino ni en las garras del egocentrismo.
No es posible vivir la vida con miedo. Una vida con miedo no es vida. Es una vida pletórica de desasosiego, de angustia, de desesperación. Sería como vegetar, como transformarse en una estatua. Al vivir siempre con miedo, no habría paz interior, se extinguiría el Yo. Nos convertiríamos en lo que tememos y el miedo, al asumir el control y el dominio total del espíritu, sería el Yo. El miedo se volvería en nosotros.
Si no pensamos, no sentimos miedo. Pero es imposible no pensar. Si vivimos recordando el pasado, tendremos miedo del presente. Si vivimos imaginando el futuro, tendremos miedo de lo que nos depare. Hacia atrás es historia, y no podemos cambiarla. Hacia delante es solo imaginación y aún no ha ocurrido. Por ello debemos trascender ilusiones falsas como el ayer incambiable y el mañana, indefinible. Todo aquello que no se puede cambiar y todo aquello que no se puede definir, no deben ser preocupación nuestra ni sentir miedo.
El Caminante ha de transitar el sendero libre de todo aquello que lo esclaviza a sí mismo y a los demás, esclavo del propio mundo que ha creado y del cual ha perdido el control. Y cuando se ha perdido la ilusión del control, no queda más remedio que ser libre.
Ser libre del miedo no debe de ser una aspiración, sino una realidad. La lucha contra el miedo o contra nuestros miedos se lleva a cabo con esfuerzo, porque el miedo es una emoción tan intensa, que requiere de todo nuestro poder interior para dominarlo, para vencerlo, para desterrarlo.
Como acto reflejo el miedo siempre estará presente en nosotros para recordarnos nuestras raíces animales, para recordarnos que el instinto pervive en nosotros y que debemos de dominarlo para acceder a nuestro propio crecimiento espiritual.
Vivir sin miedo es vivir en plena luz de nuestra Conciencia.
24 de marzo de 2020
El Miedo (René Guenón)
El hombre es llevado naturalmente a sentir miedo delante de lo que no conoce o no comprende, y este miedo mismo deviene un obstáculo que le impide vencer su ignorancia, ya que le lleva a apartarse del objeto en presencia del cual lo ha sentido y al cual atribuye su causa, mientras que, en realidad, esa causa no está más que en él mismo; además, a esta reacción negativa le sigue muy frecuentemente un verdadero odio al respecto de lo desconocido, sobre todo si el hombre tiene más o menos confusamente la impresión de que eso desconocido es algo que rebasa sus posibilidades actuales de comprensión.
No obstante, si la ignorancia puede disiparse, el miedo se desvanecerá de
inmediato, como ocurre en el ejemplo bien conocido de la cuerda tomada por una
serpiente; el miedo, y por consiguiente la angustia, que no es más que un caso
particular del mismo, es pues incompatible con el conocimiento, y, si llega a
un grado tal que sea verdaderamente invencible, eso hará que el conocimiento se
vuelva imposible, incluso en la ausencia de todo otro impedimento inherente a
la naturaleza del individuo; así pues, en este sentido se podría hablar, de una
«angustia metafísica», que juega en cierto modo el papel de un verdadero
«guardián del umbral», según la expresión de los hermetistas, y que cierra al hombre
el acceso al dominio del conocimiento metafísico.
Fuente: René Guenón, "Iniciación y Realización Espiritual", Cap. III, párrafos 3º y 7º
21 de marzo de 2020
Primavera, tiempo de Renovación
La renovación no se trata solo del nuevo crecimiento de la flora y la fauna
que vemos a nuestro alrededor, sino también del nuevo crecimiento de nuestras obligaciones.
A medida que experimentamos cada grado y cada cambio de estado de nuestro ser,
asumimos ciertas obligaciones sobre nosotros mismos que todos prometimos vivir.
Con la renovación en nuestras mentes, especialmente después de esta Pandemia,
es más apropiado revisar esas obligaciones. Son las promesas que le hicimos a
nuestro prójimo lo que debería preocuparnos más.
Las viejas amistades necesitan y deben renovarse; y las nuevas deben
cultivarse. No hay nada más satisfactorio y reconfortante que encontrarse con
un nuevo conocido y ver cómo ese encuentro se convierte en una amistad verdadera
única y fraternal. Al mismo tiempo hay
que decir que "no hay nada más reconfortante que hablar con un viejo amigo"
por el cual hemos permanecido juntos y hemos envejecidos al mismo tiempo, a
medida que los años van pasando. Esos misterios, secretos y recuerdos compartidos
son unos buenos recuerdos del pasado pero siguen aún muy vivos como lo fueron
ayer.
Sin embargo, ¿es esto suficiente? No,
mi compañero y hermano porque necesitamos renovar nuestro compromiso con
nuestras familias que nos permiten continuar en nuestras afiliaciones masónicas
y también nuestro compromiso con nuestras logias, capítulos y todas las otras
organizaciones masónicas a las que pertenecemos.
Tómense este tiempo de inactividad para comenzar a centrarse en todo lo que
puede hacer para mejorar cualquier parte de la Fraternidad. Un paso a la vez
hace la diferencia a medida que comienza el impulso.
19 de marzo de 2020
Guenón y el Hinduismo
La tradición hindú es omnipresente en la obra de René Guénon, que la
consideraba como "la herencia más directa de la Tradición
primordial". Si sólo dedicó dos obras al hinduismo propiamente dicho (más
una recopilación póstuma de estudios y actas), no hay ninguno de sus otros
libros donde la India - su metafísica, su cosmología, sus ciencias
tradicionales, su organización social - no aparezca como una referencia
principal, casi absoluta, tanto que algunos pudieron preguntarse, en su vía
personal, no abrazó el hinduismo más bien que el islamismo.
Paul Chacornac, su primer biógrafo, nos proporciona una respuesta que
satisfizo a muchos: "Las modalidades de iniciación hindú vinculadas a la
institución de las castas, no se puede imaginar a un Occidental, por definición
sin casta, acceder en ello. Por otra parte, el ritual hindú no se presta, de
ninguna manera, a la vida occidental, mientras que el ritual islámico,
cualesquiera que sean las dificultades prácticas que presenta, no es a pesar de
todo incompatible con la vida del Occidental el moderno. " A que se puede
oponer que hay a pesar de todo ejemplos, raros pero no dudosos, de Occidentales
que se integraron en el hinduismo ; si Guénon hubiera decidido vivir en India,
habría llevado ciertamente la vida ritual de un hindú, al igual que,
establecido en Egipto, él llevó la vida ritual de un musulmán. No se ve pues,
en su caso tan excepcional, imposibilidad radical "que se ha convertido en
hindú", el concepto de "casta" borrándose en algunos tipos de
iniciación y que no tienen ya el menor sentido en el caso del samnyâsin. La
"conversión" al islam - bien previo, como es sabido, a la instalación
en Egipto - se explica quizá por el lugar "intermedio" entre el Este
y el Occidente que ocupa esta tradición, de acuerdo con la propia función
intermedia de Guénon, y también por el carácter "último" de la
religión del Profeta, en correspondencia con el carácter último del mensaje
"guénoniano".
Serían allí, sin embargo, motivaciones bastante abstractas, incluso para un
hombre cuya vida reviste un innegable "simbolismo" y que tenemos cada
vez más tendencia a "mistificar". La verdadera razón de la
"elección" de una forma tradicional (elige, se elige?) esté incluida
en la intimidad misteriosa de cada ser y no es comparable a una estrategia
militar o a un matrimonio de conveniencia.
Algo menos inútil y también poco resoluble aparece en esta cuestión muchas
veces planteada: Guénon, en sus años de formación parisienses, tuvo uno o
varios maestros hindúes? Cualquiera que fueran sus dones intelectuales, es
difícil creer que haya podido llegar solo o con la ayuda de algunos libros a
esta comprensión luminosa del Vêdânta que manifiesta a partir de la edad de
veintitrés años, en sus primeros artículos publicados bajo el nombre de Palingenius
en la Gnosis. Menos a ir a buscar explicaciones fantásticas, es necesario pues
suponer un encuentro y un contacto humanos, una transmisión oral y directa.
Pero esta misma transmisión no podía indudablemente venir de los indianistas
franceses, quienes Guénon tomó algunos cursos, ni de los miembros de la
Sociedad teosófica, cuya enseñanza era extravagante, ni de otras
individualidades neo-espiritualistas viviendo entonces en la capital. Nos
inclinamos pues a creer a Chacornac cuando afirma: "Guénon tuvo un Maestro
o Maestros hindúes. Es imposible tener la menor precisión sobre la identidad de
este o estos personajes, y todo lo que se puede decir con certeza, es que se
trataba en cualquier caso de uno o varios representantes de la escuela Védânta
adwaita, lo que no excluye que allí tuvo otros." Lo que viene a corroborar
el testimonio del Holandés Frans Vreede, que fue un amigo muy cercano de Guénon
durante treinta años: "Él [Guénon] fue iniciado por un hindú, afiliado a
una rama regular de un carácter iniciático que se remonta a
Shankarâchârya."
Aparte de este "iniciador" del que es poco probable y por otra
parte poco útil que se descubra nunca la identidad, Guénon tuvo también, a lo
largo de su vida, buenos informadores de una determinada realidad india, tal
Hiran Singh que le obtuvo una parte de su documentación para el Teosofismo,
historia de una pseudoreligión (1921). Bastante gratuitamente, se supuso que
los "contactos hindúes" de Guénon se pararon después de la
publicación del Rey del mundo (1927), obra en la cual "habría dicho
demasiado" sobre el Agarttha. Nada permite afirmarlo. Está claro que las
afirmaciones severas (y a veces ligeramente excesivas) sobre el hecho de que
Guénon se refirió a tal o tal personalidad hindú entonces al método - y dependiendo
más bien del "neohinduismo" que del hinduismo ortodoxo - le atrajeron
algunos rencores duros, no apagados aún hoy, en este medio que no es ni de
verdad de Este ni de verdad de Occidente. Pero, a estas acideces residuales, se
pueden preferir otros testimonios diferentemente convincentes, por ejemplo el
de Roger del Pasquier: "Fue en 1949, en una estancia a Bénarès, que hice
conocimiento de la obra de René Guénon. Su lectura me fue recomendada por Alain
Daniélou, que había sometido las obras de Guénon a pandits ortodoxos. El
veredicto de éstos estuvo neto: de todo los Occidentales que se ocuparon de las
doctrinas hindúes, sólo Guénon, dijeran, de verdad incluyó el sentido. »
18 de marzo de 2020
Jacques de Molay
Un día como hoy 18 de Marzo de 1314, el último Gran Maestre de los Caballeros Templarios, Jacques de Molay, era quemado en la hoguera, dos años después de que el Papa Clemente V suspendiera la organización temporal de la Orden Templaria.
Fundada a fines de 1110, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, también conocida como la Orden del Temple, fue una poderosa Orden Militar Cristiana de la Edad Media. Inicialmente encabezada por el francés Hughes Payens, la organización tenía como misión, proteger a los peregrinos cristianos en su camino hacia la Tierra Santa durante las Cruzadas. Jacques de Molay, nacido entre 1240 y 1244, se unió a los Caballeros Templarios en 1265, y en 1293 se convirtió a la postre, en su último Gran Maestre.
En 1307 el Papa Clemente V y el rey de Francia Felipe IV se unieron para traicionar a los Caballeros Templarios. Muchos de ellos fueron arrestados injustamente, torturados y quemados en la hoguera. Jacques de Molay, acusado de sacrilegio y herejía, se declaró, bajo tortura, culpable de los cargos, aunque posteriormente se retractó.
En 1314, el último Gran Maestre de la Orden del Temple fue quemado vivo frente a la Catedral de Notre Dame, no sin antes lanzar una maldición: "¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!".
Son datos históricos: un año después fallecieron el Monarca galo y el Papa que toleró la aniquilación de la Orden del Temple, una de las más grandes y poderosas de la historia.
En este día recordamos a Jacques de Molay, Godofredo de Gonaville, Godofredo de Charnay, Hugo de Payrando y a tantos otros inmolados.
Este fue su lema: "Non nobis Domine, non nobis, sed Nomini Tuo da Gloriam!", lo que significa: «No a nosotros , Señor, no a nosotros, sino a Tu nombre,da la gloria».
El Simbolismo del Lenguaje
"El simbolismo es el lenguaje de los Misterios, de hecho es el lenguaje no solo del misticismo y la filosofía sino de toda la Naturaleza, porque toda ley y poder activo en el procedimiento universal se manifiesta a las percepciones limitadas de los sentidos del hombre a través del símbolos. Toda forma que existe en la esfera diversificada del ser es un símbolo de la actividad divina mediante la cual se produce. Por medio de símbolos, los hombres siempre han intentado comunicarse entre sí esos pensamientos que trascienden las limitaciones del lenguaje ". -Manly P. Hall:.
14 de marzo de 2020
La Conciencia Humana y su desarrollo
La Conciencia Humana está caracterizada por la identificación con un modelo o razón. En cada etapa evolutiva del ser humano, el ser se va identificando con aquello que percibe ‘verdadero’ o ‘válido’ para su razón.
Injerta dentro de su vacía existencia y conciencia algo construido bajo un criterio que satisface una razón lógica que no es universal y tiende a la relativización de una tesis, antítesis, y por último, la síntesis de un objeto que es mucho mas amplio y que está sesgado por la razón y los efímeros sentidos que proveen información distorsionada e incompleta. Lo que viene a definir ‘su mundo ideal, lógico y verdadero’.
Un bebé recién nacido no tiene un mundo, el todo lo que le rodea es el mundo. Cuando comienza a explorar su propio cuerpo, no tiene un cuerpo, es su cuerpo. Al explorar sus emociones y luego sus afectos, él no tiene emociones y afectos sino que es ellos. Y por último, al ingresar en las etapas más mentales de su desarrollo, considera que él es su mente.
12 de marzo de 2020
La Carrera sin Rumbo
Bellísima reflexión del psicólogo F. Morelli, que circula entre nuestros queridos vecinos italianos:
“Creo que el universo tiene su manera de devolver el equilibro a las cosas según sus propias leyes, cuando estas se ven alteradas. Los tiempos que estamos viviendo, llenos de paradojas, dan que pensar...
En una era en la que el cambio climático está llegando a niveles preocupantes por los desastres naturales que se están sucediendo, a China en primer lugar y a otros tantos países a continuación, se les obliga al bloqueo; la economía se colapsa, pero la contaminación baja de manera considerable. La calidad del aire que respiramos mejora, usamos mascarillas, pero no obstante seguimos respirando...
En un momento histórico en el que ciertas políticas e ideologías discriminatorias, con fuertes reclamos a un pasado vergonzoso, están resurgiendo en todo el mundo, aparece un virus que nos hace experimentar que, en un cerrar de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, aquéllos a los que no se les permite cruzar la frontera, aquéllos que transmiten enfermedades. Aún no teniendo ninguna culpa, aún siendo de raza blanca, occidentales y con todo tipo de lujos económicos a nuestro alcance.
En una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día persiguiendo no se sabe muy bien qué, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa, día tras día. A contar las horas de un tiempo al que le hemos perdido el valor, si acaso éste no se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Acaso sabemos todavía cómo usar nuestro tiempo sin un fin específico?
En una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a menudo a otras figuras e instituciones, el Coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos fuerza a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a papá y mamá junto a los propios hijos. Nos obliga a volver a ser familia.
En una dimensión en la que las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realiza en el (no)espacio virtual, de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera cercanía, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se debe de hacer a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Cuánto hemos dado por descontado estos gestos y su significado?
En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: la única manera de salir de esta es hacer piña, hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.
Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos porqué ha pasado esto, y empecemos a pensar en qué podemos aprender de todo ello. Todos tenemos mucho sobre lo que reflexionar y esforzarnos. Con el universo y sus leyes parece que la humanidad ya esté bastante en deuda y que nos lo esté viniendo a explicar esta epidemia, a caro precio.
(Cit. F. MORELLI, traducido al español)
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